Un objetivo no es simplemente una intención o un deseo. Para que tenga fuerza y capacidad de transformación, debe construirse en relación a algo.
Un objetivo necesita un ancla: un punto de referencia claro desde el cual toma sentido, dirección y utilidad.
En el entrenamiento, esto se traduce así: un objetivo mal definido, o sin ancla, genera confusión, dispersión o incluso tensión. En cambio, un objetivo bien anclado se convierte en motor de mejora.
El error común: construir sin contexto
Frases como:
- “Quiero moverme mejor.”
- “Voy a mejorar mi saque.”
- “Tengo que estar más concentrado.”
…son intenciones vacías si no responden a una pregunta clave:
¿Mejorar… en relación a qué?
El valor del ancla
Todo objetivo útil nace desde un concepto claro. Esa es su ancla, su eje de construcción. Sin ella, la acción no sabe a dónde ir.
Tomemos un ejemplo frecuente:
Objetivo: “Voy a mejorar mi movilidad.”
Si no se define el ancla de ese objetivo, el movimiento será genérico, sin dirección. Pero si se precisa, puede tomar forma:
Ejemplo 1 – Primer ancla:
“Voy a activar mi movilidad en relación a la trayectoria de la pelota, su bote, su potencia o sus efectos.”
👉 Esto dirige la atención al estímulo visual y su lectura.
Ejemplo 2 – Segundo ancla:
“Voy a activar mi movilidad en relación a la orientación de la pista, basándome en mis centros de posicionamiento.”
👉 Esto conecta con la estructura espacial de la pista.
Ambos objetivos pueden convivir y complementarse, pero el hecho de nombrar y anclar es lo que transforma una intención en una herramienta concreta de trabajo.
¿Qué tipos de anclas podemos usar?
Un objetivo puede anclarse a muchos elementos. Aquí algunos ejemplos comunes en pista:
- A la pelota: trayectoria, velocidad, efecto, profundidad.
- A la pista: líneas, centros de posición, zonas de impacto.
- Al cuerpo: eje, equilibrio, ritmo, desgaste.
- Al rival: patrones, puntos débiles, decisiones.
- A lo mental o emocional: atención, foco, presión.
Conclusión del capítulo
Todo objetivo necesita un ancla.
Es esa relación lo que da claridad y fuerza al entrenamiento. Un objetivo sin ancla es como una brújula sin norte: gira, pero no orienta.
Cuando el entrenador y el jugador definen juntos un objetivo con su ancla, entonces cada pelota golpeada tiene propósito, y cada paso en pista se vuelve significativo.